En mi casa, siempre he oído hablar del Señor. Mi madre  y el mayor de mis hermanos nos inculcaron el respeto, y a tener muy presente a Dios en nuestro hogar. Era un pilar sólido que aceptábamos, tanto en las tristezas como en las alegrías, sometiéndonos a su voluntad.

A la edad de 2 años perdí a una de mis hermanas. Tenía 2 años más que yo, cuando en un accidente terrible en casa, mientras jugaba tocando un enchufe de la luz, quedó electrocutada.

Cinco años más tarde perdimos a mí padre. Fueron  acontecimientos muy trágicos que marcaron nuestras vidas.

Recuerdo que con 7 años era ya un niño comprometido, que asistía a la Iglesia regularmente, y ayuda al cura con la canastilla de las ofrendas.  Las enseñanzas de este siervo de Dios, fueron muy importantes en mi vida.

Llegó el paso difícil de niño a joven. Con 16 años solía tener una sensación de suciedad en mi corazón,  fruto de mis pecados, que la eucaristía no podía limpiar.

Notaba mucho vacío.  La ausencia de mi padre, y de mi querida hermana, reinaba en la soledad de muchas de mis noches.

Se abrió una época convulsa, rebelde, de culpar a Dios por haberme dejado sin padre.

El movimiento heavy metal, captó el interés, en aquellos años, de mis amigos del barrio y el mío propio.  Fueron años de vivir de espaldas a Dios; teniendo a la música heavy metal como una droga, un verdadero ídolo.

Pero Dios estaba haciendo su obra, no me dejó nunca, y usaba el testimonio de mi hermano mayor para recapacitar y despertar de la pesadilla de mi vida. Recuerdo una vez que me regaño mucho al ver un símbolo nazi en mi brazo.

Esa turbia vida no me satisfacía y muchas mañanas, muy temprano, iba a estar solo en la playa, contemplando el mar. Hablaba con Dios, y le rogaba que me diera fuerza para salir de la vida torcida que llevaba, que me diera una mujer, una familia.

Conocí a mi esposa, y cuando decimos hacernos novios tuve muy claro la enseñanza de mi madre, que nos  exhortaba a  respetar a nuestras novias, y que nos acordáramos de que nosotros teníamos una hermana.

Hubo dificultades al principio de nuestro noviazgo, pero al fin nos pudimos casar por la Iglesia y formar una familia, como le pedía al Señor.

Nació nuestro único hijo, y conforme crecía, siempre me asaltaba un anhelo profundo de conducirlo por la senda del Señor.

En abril de 2005 estamos de reforma en casa, y le comenté a mi esposa cambiar las puertas. La carpintería estaba cerca de casa,  y recuerdo que en las  conversaciones con el carpintero, le participa de mis deseos de conducir a mi hijo por las sendas del Señor. Él era evangélico, y pronto captó mi interés por Cristo, y lo comunicó a su Iglesia para que orasen por nosotros.

Me propuso, una de las veces, llevar a mi hijo a la Escuela para niños de la Iglesia y acepté encantado.

El primer día era viernes, y recuerdo que el Pastor, Carlos Rodríguez, nos recibió en la puerta, muy amable y cariñoso y me preguntó qué cuándo iríamos nosotros.  Le contesté, que de momento solo iría el niño. Aunque ya existía un interés grande en conocer a Dios.

Una vez en semana Sara, la hija del Pastor, impartía clases donde mi hijo a través de historias bíblicas, iba conociendo más a Dios.

No pasó mucho tiempo después de los encuentros con el Pastor, y los hermanos de la Iglesia, que sentimos un deseo asistir a los cultos.

Mi mujer me apoyó siempre y  mostró mucho interés. Juntos, como familia, nos unimos a la Iglesia del Señor en Churriana.

Dios, de una manera viva, nos hablaba a través de su Palabra, sentía el peso de mis pecados y su mano extendida, a través de su Nueva Buena y de su Salvación en Cristo.

Este versículo de Hechos 20:28 “Por tanto,  mirad por vosotros,  y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos,  para apacentar la iglesia del Señor,  la cual él ganó por su propia sangre”.

Fue muy importante en mi conversión.

Doy gracias a Dios, por su Amor inmenso, su infinita misericordia,  por los cuidados que tiene de mi esposa Cristina, y de mi hijo Alfonso. Juntos,  en su Gracia, caminamos por su senda recta, por ese camino que tanto anhelaba, y que solo Él, nos ofrece a través de su Único Hijo, Jesucristo.

A Él  y solo a Él, sea toda la Gloria.

   

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