Cuántas veces nos empeñamos en misiones imposibles.
- Muchas, ¿verdad?.
Recuerdo, que de pequeño, andaba siempre obcecado en ser el mejor, y único pichichi, de los partidillos de fútbol que organizábamos en el recreo del colegio; o ser el mejor atleta del universo. Esto lo soñaba, con los ojos aún abiertos, antes de quedarme dormido.
Luego, ya sabes, los años, la falta de disciplina, o esos atletas americanos, que no dejan que nadie, les arrebaten sus marcas, dan al traste con tus sueños. Aunque a veces, ya de mayor, volvemos a aumentar nuestros bríos, cuando vemos películas como: “Carro de Fuego”, o “Rocky”. Pero en el mejor de los casos, tan solo dura 24 horas, tiene fecha de caducidad.
Claro, no tiene que ser tan solo en el deporte, cada cuál sueña con su “misión imposible”.
Pero me pregunto, te planteo:
-¿No piensas en poder vivir alguna misión “posible”?.
Son tantas las cosas que podemos hacer, realizar, y disfrutar del gozo que da el poder culminarlas. Innumerables, y cada día hay nuevas oportunidades.
Hoy querido lector, me gustaría que acentuaras una por encima de todas las demás. Dedícale atención especial. Solo tendrás que leer, tomarte tu tiempo, y entrar en la única puerta de salvación, la Salvación en Cristo.
Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas.
Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas.
Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. (Juan 10:7-9)