SALVACIÓN (hebreo yesa ; griego soteria)  

(Definición tomada de las páginas 1236 a 1241 del NUEVO DICCIONARIO BÍBLICO de Ediciones Certeza, con autorización)
 

Indice

I.- En el Antiguo Testamento

II. En el Nuevo Testamento 

III. Relación con otras perspectivas de la salvación

IV. La salvación bíblica: síntesis

 


I.- En el Antiguo Testamento
El principal término hebreo traducido "salvación" es yesa y los derivados correspondientes. Su significado básico es "introducir en un ambiente espacioso" (cf. Psalm. 18.36; 66.12), pero tiene desde el comienzo el sentido metafórico de "liberación de toda limitación" y los medios para llegar a ella;  e. d. liberación de los factores que constriñen y limitan. Puede referirse a liberación de una enfermedad (Is. 38.20; cf. v. 9), de los problemas (Jer. 30.7), o de los enemigos (2 Sam. 3.18), (Psalm. 44.7). En la gran mayoría de las referencias Dios es el autor de la Salvación. Así, Dios salva a su rebaño (Ez. 34.22); rescata a su pueblo (Os. 1.7) y sólo él puede salvarlo (Os. 13.10-14); no hay otro salvador aparte de él (Is.43.11). Salvó a los padres de Egipto (Psalm. 106.7-10), y a sus hijos de Babilonia (Jer. 30.10). Él es refugio y el salvador de su pueblo (2 S. 22.3). Salva al pobre y al necesitado cuando no tienen otro que le ayude (Psalm. 34.6; Job. 5.15). En las palabras de Moisés, "estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy" (Ex. 14.13), tenemos la esencia misma del concepto veterotestamentario de la salvación. Así, conocer a Dios en alguna medida es conocerlo como Dios salvador (Os. 13.4), de modo que las palabras "Dios" y "Salvador" son virtualmente idénticas en el AT. El gran ejemplo normativo de la liberación salvífica divina es el éxodo (Ex. 12.40-14.31). La redención de la esclavitud egp. mediante la intervención de Dios en el mar Rojo fue determinante de toda la subsiguiente reflexión de Israel acerca de la naturaleza y la actividad de Dios. El éxodo fue el molde al cual se incorporó toda la subsiguiente interpretación del drama de la historia de Israel. Se lo expresaba con el canto en el culto (Psalm. 66.1-7), se lo relataba (Dt.6.20-24), se lo representaba en el ritual (Ex. 13.3-16). De manera que la noción de la salvación surgió del éxodo, estampada ideleblemente con la dimensión de los poderosos actos de la liberación divina en la historia.

Este elemento profundamente significativo sirvió de base, a su vez, para una contribución veterotestamentaria aun mayor a la idea de la salvación cual es la escatología. La experiencia que tuvo Israel en cuanto a Dios como salvador en el pasado le permitió proyectar su fe hacia adelante, hacia la expectativa de su salvación plena y definitiva en el futuro. Precisamente porque Yahvéh se ha hecho conocer como Señor de todos, creador y sustentador de toda la tierra, y porque es un Dios justo y fiel, un día hará efectiva su total victoria sobre sus enemigos y salvará a su pueblo de todos sus males (Is. 43.11-21; Dt. 9.4-6; Ez. 36.22-23). En el periodo primitivo esta esperanza de salvación se centra más en la intervención histórica inmediata para la reivindicación de Israel (cf. Gn. 49; Dt. 33; Nm. 23s). En el período profético encuentra expresión en función de n "día de Yahvéh" en el cual el juicio habrá de combinarse con la liberación (Is. 24.19s; 25.6-8; Jl. 2.1s, 28-32; Am.5.18s;9.11s). La experiencia del exilio proporcionó tanto una imagen concreta como un marco concreto para la expresión de esta esperanza como un nuevo éxodo (Is. 43.14-16; 48.20s;51.9s; cf. Jer. 31.31-34; Ez. 37.21-28; Zac. 8.7-13); pero los desalentadores y limitados resultados de la restauración proyectaron la esperanza hacia adelante nuevamente, y la transmutaron en lo que se ha denominado la escatología-trascendental (Is. 64.1s; 65.17s; 66.22), la esperanza del 'olan habba', el nuevo mundo al final de la era presente, en el que el gobierno soberano y el carácer justo de Dios se manifestarán en todas las naciones.

Correspondería hacer referencia también a otros términos relacionados que la LXX vierte como soteria; en particular la raiz g'l, 'redimir', recuperar propiedad que ha ido a parar a manos ajenas, "volver a adquirir", a menudo mediante compra. La persona que efectuaba dicha redención, o salvación, es el go'el, el 'pariente-redentor' (cf. Lv. 25.26, 32; Rt. 4.4, 6). Dios es el gran go'el de Israel (Ex. 6.6; Psalm. 77.14s). Este uso es sinónimo de yesa en la última parte de Isaías (Is. 41.14; 44.6; 47.4). Aparecen como términos paralelos en Is. 43.1-2; 60.16; 63.9 (cf. TDNT 7, pp. 977-978).

Finalmente notamos que la actividad salvífica de Dios en el AT se amplia y se profundiza en función de un instrumento particular de esa salvación, el Mesías-Siervo. La salvación envuelve un agente, o salvador, aunque no necesariamente distinto de Yahvéh mismo. En general aunque Yahvéh puede emplear agentes humanos particulares, o salvadores, en momentos históricos determinados (Gn. 45.7; Jue. 3.9, 15; 2 R. 13.5; Neh. 9.27), sólo él es el salvador de su pueblo (Is. 43.11; 45.21; Os. 13.4). Esta afirmación general, empero, requiere aclaración en el contexto del desarrollo de la esperanza de la salvación en el AT. donde en los cánticos del Siervo encontramos una encarnación personal de la salvación moral de Yahvéh, aun cuando nunca se hace referencia al Siervo como salvador en forma directa. La configuración corporativa está claramente presente aquí, pero la personificación del ministerio del Siervo está clara en el texto, y a la luz del cumplimiento neotestamentario no requiere defensa adicionales. En el cántico, Is. 49.1-6, aparece como instrumento de la salvación universal preparada por Dios (v. 6; cf. tamb. v.8). El cántico final, 52.13-53.12, no contiene el término, pero el concepto de la salvación está presente en todas partes en función de una liberación del pecado y sus consecuencias. Así, el AT nos ayuda a comprender, finalmente, que Dios salva a su pueblo mediante su Mesías-Salvador.

 

II. En el Nuevo Testamento 
En el NT comenzamos con la observación general de que, en buena medida, el uso "religioso'" de una liberación moraI/espiritual se vuelve total­mente dominante en lo que respecta al concepto de la salvación. En el uso no religioso se limita virtualmente a salvar ante graves peligros de muerte (Hch. 27.20, 31: Mr. 15.30; He. 5.7).
 

a. Los evangelios sinópticos
Jesús menciona la palabra salvación una sola vez (Lc. 19.9), donde puede referirse ya sea a sí mismo como personificación de la salvación, impartiendo perdón a Zaqueo, o a aquello que se evidencia por la conducta transformada del publicano. Nuestro Señor, empero, usó la palabra "salvar" y otras afines para indicar primero lo que vino a hacer (por inferencia, Mr. 3.4; y por afirmación directa, Lc. 4.18; Mt. 18.11; Lc. 9.56; Mt. 20.28), y segundo, lo que se le exige al hombre (Mr. 8.35; Lc. 7.50; 8.12; 13.24; Mt. 10.22). Lc. 18.26, y el contexto, muestra que la salvación exige un corazón contrito, impotencia como de niño, dispuesta a recibir, y la renuncia a todas las cosas por amor a Cristo, condiciones todas que el hombre no puede cumplir por sí solo.
El testimonio de otros acerca de la actividad salvífica de nuestro Señor es tanto indirecta (Mr. 15.31) como directa (Mt. 8.17). Está también el testimonio de su propio nombre (Mt. 1.21, 23). Estos variados usos sugieren en conjunto que la salvación estaba presente en la persona y el ministerio de Cristo, y especialmente en su muerte.
 

b. El cuarto evangelio
Esta doble verdad la subrava el cuarto evangelio, en el que cada capítulo sugiere diferentes aspectos de la salvación. Asi, en 1.12s los hombres se convierten en hijos de Dios al confiar en Cristo; en 2.5 la situación se soluciona al hacer "todo lo que os dijere"; en 3.5 el nuevo nacimiento por el Espíritu es esencial para entrar en el reino, pero 3.14, 17 deja en claro que esa nueva vida no es posible aparte de la fe en la muerte de Cristo, sin la cual los hombres va están sujetos a condenación (3.18); en 4.22 la salvación es de los judíos -por revelación históricamente canalizada por medio del pueblo de Dios- y es un regalo que interiormente transforma y capacita a los hombres para la adoración.
En 5.14 el que ha sido sanado no debe volver a pecar, no sea que le ocurra algo peor; en 5.39 las Escrituras dan testimonio de que hay vida ( = salvación) en el Hijo, a quien le han sido encomen­dados la vida y el juicio; en 5.24 los creyentes ya han pasado de muerte a vida; en 6.35 Jesús declara que él es el pan de vida, a quien únicamente deben acudir los hombres (6.68) en busca de las vivificantes palabras de vida eterna; en 7.39 el agua es símbolo de la vida salvífica del Espíritu que había de venir después que Jesús fuese glorificado.
En 8.12 el evangelista indica la seguridad que ofrecela guía de la luz y en los vv. 32, 36 la libertad que se adquiere por medio de la verdad que reside en el Hijo; en 9.25, 37, 39 la salvación es visión espiritual; en 10.10 el ingreso en el disfrute de la seguridad y la vida abundante del redil y del Padre es por medio de Cristo; en 11.25s la vida de resurrección pertenece al creyente; en 11.50 (cf. 18.14) el propósito salvador de su muerte se describe inconscientemente; en 12.32 Cristo, levantado en su muerte, atrae a los hombres hacia sí; en 13.10 el lavado inicial del Señor significa salvación ("está todo limpio"); en 14.6 Cristo es el camino vivo y verdadero a las moradas del Padre; en 15.5 el permanecer en él, la Vid, es el secreto de los recursos vitales; en 16.7-15 por amor a Cristo el Espíritu se hará cargo de los obstáculos a la salvación y hará los preparativos para su realización; en 17.2-3, 12 el Señor guarda y cuida a los que tienen conocimiento de Dios verdadero y de su Hijo; en 19.30 se lleva a cabo la salvación; en 20.21-23 las palabras de paz y perdón acompañan la entrega del don del Espíritu; en 21.15-18 su amor reconciliador vuelve a inyectar amor en su seguidor y lo rehabilita para el servido.
 

c. Los Hechos
Hechos traza la proclamación (cf. 16.17) de la salvación en el impacto que produce, primero en las multitudes que escuchan la exhortación a que sean "salvos de esta perversa generación" (2.40) mediante el arrepentimiento (que es también don de Dios y parte constitutiva de la salvación, 11.18), la remisión de pecados, y la recepción del Espíritu Santo; luego en un individuo enfermo, ignorante de su verdadera necesidad, que es sanado por el nombre de Jesús, el único nombre en el que podemos ser salvos; y tercero, en la familia de aquel que preguntó ";qué debo hacer para ser salvo?" (16.30ss).
 

d.Las epístolas paulinas
Pablo sostiene que las Escrituras "pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús" (2 Ti. 3.15ss) y que proporcionan los ingredientes esenciales para el disfrute de una salvación plena. Ampliando y aplicando el concepto vererotestamenrario de la justicia divina, que ya anticipaba la justicia salvífica del NT, Pablo demuestra que no hay salvación alguna por medio de la ley, ya que ella sólo podía indicar la presencia, y suscitar la actividad reaccionaria, del pecado y cerrarle la boca a los hombres dada su culpabilidad ante Dios (Ro. 3.19; Gá. 2.16). La salvación se proporciona como libre don del justo Dios obrando en gracia para con el indigno pecador que, por el don de la fe, confía en la justicia de Cristo, que lo ha redimido por medio de su muerte y lo ha justificado con su resurrección. Dios, por amor a Cristo, justifica al pecador (e. d. le acredita la perfecta justicia de Cristo y lo acepta como si no hubiese pecado), perdona su pecado, lo reconcilia consigo mismo en y mediante Cristo, "haciendo la paz mediante la sangre de su cruz" (2 Co. 5.18; Ro. 5.11; Col. 1.20), lo adopta como miembro de su familia (Gá. 4.5s; Ef 1.13; 2 Co. 1.22), poniendo el sello, las arras, las primicias de su Espíritu en su corazón, y de este modo haciendo de él una nueva creación. Por el mismo Espíritu los subsiguientes recursos de la salvación lo capacitan para andar en novedad de vida, mortificando crecientemente los hechos de la carne (Ro. 8.13), hasta que en última instancia es conformado a Cristo (Ro. 8.29) y su salvación es consumada en la gloria (Fil. 3.21).
 

e. La Epístola a los Hebreos
La "gran" salvación de la Epístola a los Hebreos trasciende los anuncios veterotestamentarios sobre la salvación. En el NT la salvación se describe con el lenguaje de los sacrificios; las tantas veces repetidas ofrendas del ritual veterotestamentario que se ocupaban principalmente de los pecados no premeditados y sólo proporcionaban una salvación superficial son remplazadas por el sacrificio único de Crisco, siendo él mismo tanto el Sacerdote de nuestra salvación como la ofrenda salvífica (He. 9.2ó; 10.12). El derramamiento de su sangre vital en la muerte efectúa la expiación, de modo que en lo sucesivo el hombre, con la conciencia purificada, puede entrar en la presencia de  Dios  en   las   condiciones  del   nuevo   pacto, ratificado por Dios mediante su Mediador (He. 9.15; 12.24). Hebreos, que tanto recalca la forma en que Cristo encara la cuestión del pecado mediante su sufrimiento y su muerte a fin de proporcionar la salvación eterna, anticipa su segunda venida, no ya para ocuparse del pecado, sino para consumar la salvación de su pueblo y, presumiblemente, la gloria consiguiente que les corresponde (9.28).
 

f. La Epístola de Santiago
Santiago enseña que la salvación no es por "fe" solamente sino también por "obras" (2.24). Su intención es desilusionar a todo el que se apoya para su salvación en el mero reconocimiento intelectual de la existencia de Dios, sin un cambio de corazón que dé por resultado obras de justicia. No descuenta la verdadera fe, sino que pide que su presencia la evidencie una conducta que a su vez ponga de manifiesto las energías salvíficas de la verdadera religión obrando por medio de la Palabra de Dios implantada en la persona. Le preocupa tanto como el que más el hacer volver al pecador del error de su camino y salvar su alma de la muerte (5.20).
 

g. 1 y 2 Pedro
1 Pedro destaca, en forma semejante a Hebreos, lo costoso de la salvación (1.19), que fue buscada y predicha por los profetas pero es ahora realidad presente para los que, como ovejas extraviadas, han vuelto al Pastor de sus almas (2.24s). Su aspecto futuro es conocido por los que "sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifes­tada" (1 P. 1.5).
En 2 Pedro la salvación comprende el escapar de la corrupción que existe en el mundo por la lascivia haciéndonos participes de la naturaleza divina (1.4). En el contexto del pecado el creyente ansia los nuevos ciclos y la nueva tierra en los que mora la justicia, pero reconoce que la postergación de la parusía se debe a la paciencia de su Señor, paciencia que forma parte, ella misma, de la salvación (3.13, 15).
 

h. 1, 2 y 3 Juan
Para 1 Juan el lenguaje de los sacrificios en Hebreos es adecuado. Cristo es nuestra salvación al ser él la propiciación por nuestros pecados, como exteriorización del amor de Dios. Es Dios en su amor, manifestado en la sangre derramada de Cristo, el que cubre nuestros pecados y nos purifica. Como en el cuarto evangelio, la salvación se concibe en función del hecho de nacer de Dios, de conocer a Dios, de poseer vida eterna en Cristo, de vivir en la luz y la verdad de Dios, de morar en Dios y saber que él mora en nosotros mediante el amor por su Espíritu (3.9; 4.6, 13; 5.11). 3 Juan tiene una significativa oración en la que pide prosperidad y salud corporal (bienestar natural) generales para acompañar la prosperidad del alma (v. 2).
 

i. La Epístola de Judas

Judas 3. al referirse a la "común salvación", está pensando en algo semejante a la "común fe" de Tit. 1.4, y la vincula con la "fe" (cf. Ef. 4.5) por la que tienen que contender los creyentes. Esta salvación comprende los privilegios, verdades, demandas y experiencias salvíficos comunes a sus muy diversos lectores. En los w. 22s insta a hacer conocer urgentemente esta salvación a diversos grupos de personas que tienen dudas, que se encuentran en grave peligro, y que están sumer­gidas en la degradación.
 

j. El Apocalipsis

Apocalipsis reitera el tema (de 1 Jn.) de la salvación como liberación o limpieza del pecado en virtud de la sangre de Cristo, y la constitución de los creyentes en sacerdotes reales (1.5s). De un modo que recuerda al Salmista, el vidente, en actitud de adoración, atribuye la salvación en toda su amplitud a Dios (7.10). Los últimos capítulos del libro pintan la salvación en función de las hojas del árbol de la vida que son para la sanidad de las naciones, árbol al cual, como en el caso de la ciudad de la salvación, se concede admisión únicamente a aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida.


III. Relación con otras perspectivas de la salvación
 

a. Los esenios
Considerable atención se le ha prestado a partir del descubrimiento de los rollos del mar Muerto (1947 en adelante) a este movimiento monástico dentro del judaismo (*Mar. Muerto, Rollos del), y se han hecho diversos intentos de evaluar su contribución a los orígenes neotestamentarios. Por lo que hace a la doctrina de la salvación los esenios de Qumrán compartían el sencido bíblico de la pecaminosidad intrínseca del hombre aparte de Dios, y un notable pasaje (1QS 11. 9s; cf. tamb. el Himno de acción de gracas) se aproxima mucho a la doctrina neotestamentaria de la salvación en el sentido de absolución por la acción de la justicia de Dios, de la salvación mediante la confianza total en la gracia y misericordia de Dios. Sin embargo, esto no debe resultar enteramente sorprendente, teniendo en cuenta la deuda de los integrantes de Qumrán para con el salterio y los grandes profetas veterotestamentarios. Sería un error destacar excesivamente los puntos de correspondencia; en otros puntos el paralelo con la enseñanza neotestamentaria es mucho más tenue. El univer­salismo del evangelio cristiano falta totalmente; la salvación no es por cierto para la masa común de los pecadores. Lo que entendía Qumrán en cuanto al Siervo sufriente de Is. 53 es tema de discusión, pero parecería que la profecía se consideraba cumplida en el consejo interno [sôd) de la comunidad. Tampoco se puede eludir enteramente el simple hecho de que no hay una sola referencia clara a los esenios en todo el NT.
 

b. El gnosticismo
No hay acuerdo sobre la fecha precisa de la enseñanza gnóstica, y el intento de demostrar la dependencia cristiana con respecto a las ideas gnósticas constituye hoy una empresa claramente dudosa. No obstante, hay indicaciones en el NT (cf. 1 y 2 Co; Col.; 1 y 2 Ti.; Tit.; 1 Jn.; Ap.) de que la iglesia primitiva tuvo que distinguir su doctrina de la salvación de las nociones que aparecían incorporadas en doctrinas gnósticas posteriores. En esencia el gnóstico proclamaba la salvación por un conocimiento inmediato de Dios. Este conocimiento era intelectual, por oposición al conocimiento moral, y esotérico en cuanto estaba limitado al circulo elitista de los iniciados. El gnosticismo también enseñaba un dualismo de alma y cuerpo, en el que sólo lo primero resultaba significativo para la salvación; y una jerarquía de intermediarios espirituales y angélicos entre Dios y el hombre. La salvación era la vía de escape del predominio de fuerzas astrológicas y pasiones humanas extrañas mediante el "conocimiento", en respuesta a un "llamado" del mundo divino expresado en el titulado "mito gnóstico-redentor", la leyenda del hombre de los cielos que bajó del mundo de la luz celestial para "salvar" a los hombres "caídos" impartiéndoles este conoci­miento secreto.
Como ya se ha sugerido, el intento de ubicar una perspectiva de esta naturaleza en el período precristiano y en consecuencia considerar que ella subyace a las nociones salvíficas del NT está lejos de poder demostrarse. Las evidencias son mucho más compatibles con el punto de vista de que, en la atmósfera religiosa sincretista de la época, ciertas tendencias gnósticas latentes fueron unidas en los ss. II y III a los motivos salvíficos cristianos para producir las doctrinas de las sectas gnósticas que hemos bosquejado arriba, y acerca de las cuales nos enteramos por escritores tales como Ireneo en el período posterior al neotestamentario. Por oposición a formas incipientes de tales nociones sobre la salvación los escritores bíblicos recalcan el alcance universal de la oferta de salvación que hace Dios, su carácter esencialmente moral, la verdadera humanidad y deidad del Mediador, y la centralización de la salvación en los actos históricos de Dios en torno al nacimiento, la vida, la muerte, y la resurrección de Jesucristo (cf. las secciones del NT citadas arriba).
 

c. Las religiones de misterio
Otro punto en el que los escritores neotestamentarios tuvieron que distinguir su doctrina de la salvación de las ideas corrientes es en relación con los cultos de misterio. Este fenómeno del s. I era una combinación de elementos helenísticos y orientales que tuvieron su origen en antiguos ritos de fertilidad. Pretendían ofrecer "salvación" del destino o la suerte, y una vida más allá de la tumba libre de las condiciones insatisfactorias y opresivas del presente. La salvación se lograba mediante la meticulosa realización de ciertos rituales cúlticos. En algunos puntos aparece un lenguaje similar al del NT. A los iniciados se les podía llamar "nacidos de nuevo para la vida eterna". Algunas deidades cúlticas tales como Dionisos adquirieron el título de "Señor y Salvador". Se han alegado vínculos con la teología cristiana, particularmente en el nivel sacramental, por cuanto se conocían las lustraciones sagradas, o ceremonias de purificación, y la idea de la unión con los dioses en una comida solemne. No obstante, incluso con un examen superficial las diferencias con el mensaje cristiano y la vida de las comunidades cristianas primitivas son claras y obvias. En las religiones de misterio la salvación era esencialmente no moral. Del fiel "salvo" no se esperaba que fuese mejor que su vecino pagano, y tampoco lo era en la mayoría de los casos. El elemento racional ocupaba un lugar mínimo; no habia grandes actos salvíficos, y por consiguiente tampoco grandes afirmaciones teológicas sostenidas en común.
Los pretendidos paralelos con la enseñanza bautismal y eucarística cristianas (paulinas) tampoco tienen fundamento, como se ha demos­trado con bastante claridad; las evidencias indican más bien la deuda del apóstol para con la historia bíblica de la salvación centrada en d portentoso acto redentor de Dios en Jesucristo.
 

d. El culto imperial
El antiquísimo espejismo de la salvación por medio del poder y la organización políticos se reflejaba en el s. I en el culto imperial. El mito de un Rey-Dios que fuera salvador y benefactor de su pueblo aparece muy difundido en diversas formas en el mundo antiguo, particularmente en Oriente. En Roma el ímpetu dado a los cultos oficiales surgió de la carrera de Augusto, quien después de Accio en el 31 a.C. estableció la Pax Romana, una edad de oro de paz tras décadas de matanzas sangrientas. Comúnmente se lo nombraba como sóter, 'Salva­dor del mundo', y por su vínculo con Julio César, "Hijo de Dios". Aun en el caso de Augusto, sin embargo, se impone cierto grado de precaución, por cuanto está demostrado que el título sóter de ningún modo estaba limitada al emperador, y tampoco estuvo siempre investido de plenas inferencias orientales. Los sucesivos emperadores del s. I evidenciaron variados grados de entusiasmo por lo que se afirmaba con respecto a ellos en el cuíco oficial. CalíguIa, Nerón, y Domiciano por cierto que tomaban en serio su statu divino, y este hecho puede hasta cierto punto explicar algunas instancias en que se usa el título en relación con Jesucristo y el Padre en el NT (cf. 1 Ti. 1.1; 4.10; Tit. 1.3; 3.4; 1 Jn. 4.14; Jud. 25; Ap. 7.10; 12.10; 19.1).

e. Síntesis

En general, aun cuando hay paralelos claros en lo que hace a lenguaje, la dependencia de la doctrina de la salvación cristiana con respecto a estos movimientos contemporáneos no ha sido demos­trada de ninguna manera. Por cierto que al intentar comunicar el evangelio a sus contemporáneos los predicadores y escritores neotestamentarios no tenian reparos en traducir el mensaje, incluido el lenguaje de la salvación, a los patrones conceptuales del s. I, pero el verdadero origen y justificativo de su lenguaje salvífíco se encuentra fuera de dicho mundo, en la tradición de la historia salvífica del AT, centrada y cumplida en la persona y la misión de Jesucristo.

IV. La salvación bíblica: síntesis
 

1. La salvación es un hecho histórico. 
La pers­pectiva veterotestamentaria de la salvación como producto de la intervención divina en la historia recibe pleno apoyo en el NT. A diferencia del gnosticismo, el hombre no se salva mediante la sabiduría; a diferencia del judaismo, el hombre no se salva haciendo mérito en lo moral y lo religioso; a diferencia de los cultos helenísticos de misterio, el hombre no se salva mediante la adquisición de técnicas para la realización de prácticas religiosas; a diferencia de Roma, la salvación no ha de ser equiparada con el orden político o la libertad política. El hombre se salva mediante la acción de Dios en la historia en la persona de Jesucristo (Ro. 4.25; 5.10; 2 Co. 4.10s; Fil. 2.6s; 1 Ti. 1.15; 1 Jn. 4.9-10, 14). Si bien el nacimiento, la vida, y el ministerio de Jesús no dejan de tener su importancia, lo que se destaca es su muerte y resurrección (1 Co. 15.5s); somos salvos por la sangre de su cruz (Hch. 20.28; Ro. 3.25; 5.9; Ef. 1.7; Col. 1.20; He. 9.12; 12.24; 13.12; 1 Jn. 1.7; Ap. 1.5; 5.9). En la medida en que se proclama dicho mensaje y los hombres lo oyen y responden  con fe, la salvación de Dios les es anunciada (Ro. 10.8, 14s; 1 Co. 1.18-25; 15.11; 1 Ts. 1.4s).
 

2.- La salvación tiene carácter moral y espiritual.
La salvación tiene relación con la liberación del pecado y sus consecuencias y, por consiguiente, de la conciencia de culpa (Ro. 5.1; He.  10.22), de la ley y su maldición (Gá. 3.13; Col. 2.14), de la muerte (1 P. 1.3-5; 1 Co. 15.51-56), del juicio (Ro. 5.9; He. 9.28); también del temor (He. 2.15; 2 Ti. 1.7, 9s), y la esclavitud (Tit. 2.11-3.6; Gá. 5.1s). Es importante indicar las consecuencias negativas de esto, e. d. lo que la salvación cristiana no incluye. La salvación no incluye necesariamente la prosperidad material ni el éxito mundano (Hch.3.6; 2 Co. 6.10), como tampoco promete salud física ni bienestar. Es preciso tener cuidado de no exagerar justamente este aspecto negativo, ya que ha habido y hay actualmente curaciones realmente notables, y la capacidad para realizar curaciones es un don que el  Espíritu ha dado a la Iglesia (Hch. 3.9; 9.34; 20.9s; 1 Co. 12.28). Pero no en todos los casos se producen las curaciones, y por lo  tanto   no  constituye   en  ningún  sentido  un "derecho" de la persona que es salva (1 Ti. 5.23; 2 Ti. 4.20; Fil. 2.25s; 2 Co. 12.7-9). Más aun, la salvación no inmuniza contra penurias y peligros físicos (1   Co. 4.9-13;  2  Co.   11.23-28),  ni tampoco,   quizá,   contra   hechos  aparentemente trágicos (Mt. 5.45 [?]). No significa que el creyente se verá libre de injusticias sociales y malos tratos (1 Co. 7.20-24; 1 P. 2.18-25).
 

3.- La salvación es escatológica. 
Existe el peligro de  definir el  sentido de la salvación en forma demasiado negativa. Aquí recordamos la admisión hecha   más  arriba   en   cuanto   a  la   escasez  de referencias a la salvación en labios de Jesús. La categoría central de Jesús era el reino de Dios, la manifestación del gobierno soberano de Dios. En Ap. 12.20, sin embargo, la salvación y el reino virtualmente se equiparan. Para el autor de Apocalipsis, como también para Jesús, la salvación es equivalente a la vida sujeta al reinado de Dios, o, como   aparece  en el testimonio el cuarto evangelio, la vida eterna. Por lo tanto, la salvación reúne en sí todo el contenido del evangelio. Ella incluye la liberación del pecado y todas sus consecuencias y, en lo positivo, el otorgamiento de cada bendición espiritual en Cristo (Ef. 1.3), el don del Espíritu Santo, y la vida de bendición en la era futura. Esta perspectiva futura es crucial (Ro. 8.24; 13.11;  1 Co. 5.5; Fil 3.20; He. 1.14; 9.28; 1 P. 1.5, 9). Todo lo que se sabe acerca de la salvación ahora no es más que preliminar, anticipo de la plenitud de la salvación que está a la espera de la plenitud del reino en el momento de la parusía del Señor.

(Definición tomada de las páginas 1236 a 1241 del NUEVO DICCIONARIO BÍBLICO de Ediciones Certeza, con autorización)

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