En una sola ocasión he salido fuera de las fronteras de mi querida España, de la península Ibérica. Era ya pleno verano, viajábamos con unas alas prestadas de un ingenio mecánico, llamado avión.
Las densas, y blancas nubes, -suena a tópico-, apenas si nos dejaban ver la silueta de las abruptas costas del norte. Así que, entre nubes mi pensamiento se recreaba.
-¡Señor, que gran maravilla!, poder ver, vivir en este otro mar, estar en tu presencia.
Eso es lo que tiene estar encerrado en un artilugio con ventanas abiertas al cielo, ...uno se emociona, da rienda suelta a lo mejor del ser humano:
LA GRATITUD DE PERTENECER AL SEÑOR.
Ya sé, quizás dirás que suena a una mala película, un poema de saldo, qué se yo. Pero marcarte un pequeño reto, si puedes, claro. En el próximo vuelo, con esas "alas prestadas", mira a través de la ventana, contempla con todo tus sentidos el CIELO, el CIELO del SEÑOR, ... no hables, solo brinca de esta a aquella otra nube blanca. Permítete hacer un doble mortal y medio, seguido de una cadena infinita de tirabuzones. No temas, no te pasará nada, el SEÑOR te cuidará, será tu GUÍA, tu ventana al cielo. Tan solo goza del don inefable de su SALVACIÓN.
¡Oh Jehová, Señor nuestro,
Cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!
Has puesto tu gloria sobre los cielos;
De la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza,
A causa de tus enemigos,
Para hacer callar al enemigo y al vengativo.
Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos,
La luna y las estrellas que tú formaste,
Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria,
Y el hijo del hombre, para que lo visites?
Le has hecho poco menor que los ángeles,
Y lo coronaste de gloria y de honra.
Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos;
Todo lo pusiste debajo de sus pies:
Ovejas y bueyes, todo ello,
Y asimismo las bestias del campo,
Las aves de los cielos y los peces del mar;
Todo cuanto pasa por los senderos del mar.
¡Oh Jehová, Señor nuestro,
Cuán grande es tu nombre en toda la tierra! (Salmo 8:1-9)
-Ya me contaras....
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