Testimonio Ángel Álvarez

La Biblia dice en el libro de Hechos de los Apóstoles, capítulo 17, versículos 22 y 23: “Entonces Pablo, puesto en pie en medio del Aerópago, dijo: Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos; porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio”. 

Mi nombre es Angel Álvarez, y nací en España de padres españoles. Aquellos de vosotros que seáis españoles o que conozcáis algo de la historia de este país, sabréis que España es un lugar muy católico. A través de la enseñanza que recibí dentro de mi familia y la influencia que tuve en mi país en los primeros años de mi vida, fui creciendo como un católico romano hasta la edad de 16 años. 

Habiendo nacido en 1977, nací en el intervalo entre una dictadura y una democracia. En años anteriores a nuestra democracia, España vivía bajo un régimen donde no había libertad de religión. Si tuviese que describir en pocas palabras el estado espiritual de España y la reacción de la gente hacia la religión durante los años anteriores a mi nacimiento, lo describiría como un tiempo donde reinaba el temor, la ignorancia y la superstición. Este temor, ignorancia y superstición fueron debidos a la enseñanza e influencia de la Iglesia Católica Romana, que enseñaba e imponía sobre la gente sus propios dogmas y tradiciones. Se les decía lo que tenían que creer en vez de exhortar a la gente a venir a la Biblia y ver lo que Dios enseña en ella. 

Aunque las cosas han cambiado bastante desde entonces, sigue habiendo mucho temor, ignorancia y superstición. Aquellos que viven en una religiosidad católica viven como aquellos atenienses en tiempos del apóstol Pablo, que de forma ignorante adoraban al Dios no conocido, porque no conocen a Dios tal y como él se ha revelado en su Palabra. 

Siendo mi padre ateo y mi madre católica, yo crecí con una gran confusión, era mitad católico, y mitad agnóstico. Aunque había sido bautizado como buen católico, había ido a las clases para la confirmación en la Iglesia Católica, llevé a cabo mi confirmación, y llegué a participar de la misa en los años siguientes, no conocía nada de la Biblia ni sus enseñanzas en realidad, y prácticamente no creía en Dios. Sin embargo, yo era considerado “cristiano”. Aunque yo no lo sabía, mi estado espiritual en aquel entonces se podría haber descrito como aquellos atenienses que adoraban a Dios sin conocerle verdaderamente. 

En 1993 conocí a un chico de mi edad, y nos hicimos buenos amigos. Con el tiempo averigüé que él asistía a una iglesia evangélica protestante. No conocía a nadie de mi edad que fuese a la iglesia, y mucho menos que fuese a una iglesia evangélica protestante. De hecho, hasta ese día no había oído jamás de la existencia de tal iglesia debido a mi ignorancia recibida en la Iglesia Católica Romana. 

Tras algún tiempo, este amigo mío me invitó a una reunión de adoración un domingo en su iglesia, y aunque tenía muchas dudas al respecto, finalmente decidí asistir a tal reunión de adoración. Allí oí la predicación del evangelio por primera vez en mi vida, es decir, jamás se me había dicho que yo era un pecador y que no podía ser salvo por mis propios medios, y que el Señor Jesucristo se encarnó para tomar mi lugar en la cruz del Calvario y morir por mí. A pesar de haber estado toda mi infancia bajo la enseñanza de la Iglesia Católica y haber practicado las diversas ceremonias que allí se realizaban, jamás en mi vida había escuchado el mensaje del evangelio. 

Un día, el Señor tocó mi corazón y me dio convicción de pecado mientras escuchaba la predicación del evangelio. Con mis actividades religiosas jamás podría ser salvo de mis pecados, porque era pecador delante de Dios. Entonces, el Señor me mostró en su Palabra la respuesta para mi salvación: su Hijo, el Señor Jesucristo, murió por mí en la cruz del Calvario. En esta convicción de pecado acudí al Señor en arrepentimiento de mis pecados y se los confesé en oración a Dios aceptando a Jesucristo como mi Salvador personal, y el Señor me dio salvación y perdón de pecados en Cristo Jesús, mi Salvador. Entonces supe lo que era la paz con Dios, porque desde aquel momento para siempre gozaría de la comunión con Dios y había recibido la vida eterna en Jesucristo. 

Un año más tarde, el Señor me llamó a través de diferentes pasajes de su Palabra a prepararme para servirle en el ministerio cristiano. Tras haber estudiado en el Colegio Bíblico de la Gracia en España durante cuatro años, decidí terminar mis estudios teológicos en el Seminario Bíblico Whitefield en Irlanda del Norte. 

Teniendo una gran carga y deseo por mi país y el pueblo que vive aquí, el Señor ahora me ha llamado a servirle y predicar el evangelio en España, haciendo el mismo llamamiento que hizo Pablo a aquellos atenienses de su tiempo (Hechos 17:29-30): “Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres. Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan”.

Angel Álvarez
Pastor de la Iglesia Presbiteriana de Alcorcón

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