Testimonio de SERGIO GIL NEBRO 
 

"La verdad os hará libres"

Realmente, hay momentos en nuestras vidas en los que nos es difícil expresar alto tan grande como el poder de Dios, al darnos cuenta que la obra de Nuestro Señor Jesucristo en la Cruz es una verdadera obra de amor experimental, al haber conseguido nuestra reconciliación con el Creador; el que, por Cristo, es Dios nuestro Padre.

En la Iglesia
Nací en un hogar cristiano católico apostólico y romano. Fuí bautizado así a los pocos meses. Un día, mis padres esperaban a unos familiares en la entrada de una pequeña iglesia cristiana evangélica. Hubo algo que los mantuvo sin moverse. Se encontraban fuera de la iglesia mientras llovía, pues la iglesia estaba completamente llena y no se podía entrar. Dios hablaba a través de un hombre llamado José Ríos. Desde aquel día, mis padres entendieron que eran pecadores y que necesitaban a Cristo como Salvador.

A los pocos meses comenzaron a llevarme a mí también a la iglesia para escuchar la Palabra de Dios, y puedo recordar aquellos sermones, aquellos cánticos, y al pastor Ríos predicando, teniendo yo tan sólo 2 y 3 años. Desde muy pequeño, pues, estuve familiarizado con la fe y sabía que "Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores" (1 Timoteo 1:15), pero no fue en aquel entonces cuando verdaderamente experimenté al Señor en mi corazón.

Guidados por ciegos
Los años pasaron, y con 14 años comencé voluntariamente a ser guiados por ciegos. Jesús dijo: "Si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo" (Mateo 15:14). Y caí en el hoyo. Poco a poco, el mundo comenzó a tratar de conquistarme y a seducirme para que olvidara mi antigua fe; y me olvidé, aunque nunca por completo, del significado de la venida de Cristo al mundo. Aunque Dios jamás permitió que aquella antigua semilla que fue puesta en mi corazón muriera. Él la iba a hacer crecer, aunque el momento aún no había llegado.

Pasaron algunos años, y un gran vacío existencial se apoderó de mí. Nada me satisfacía: ni el pecado, ni el mundo, ni los vicios. Tenía una gran sed de saber por qué vivía y existía, pero no había forma de encontrar el verdadero sentido a mi vida. En aquella época leía todo lo que caía en mis manos, intentando así encontrar respuestas a mis preguntas. Leía a Fernando Savater, a Bertrand Russell, a filósofos y al psiconalista Freud. Hasta llegué a leer con gran atención al gran y desquiciado pensador Friedrich Nietzsche, pero jamás pude encontrar en estas lecturas respuestas a las inquietudes de mi alma.

No era libre
Recuerdo que una mañana mis padres pensaron que había perdido definitivamente la cabeza. Me dirigí al salón, abrí cajones, y comencé a desempolvar antiguos libros cristianos y a colocarlos todos en mi habitación. Llevaba algunos años sin pisar una iglesia. Regaba cada noche mi cama con lágrimas, y pensamientos de muerte y locura se apoderaban de mí. Comencé a visitar la Iglesia Evangélica Bethel de Málaga. El 16 de noviembre de 1997, el pastor Miguel Rueda abrió su biblia y leyó: "Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres" (Juan 8:32). Estas palabras eran de Jesús. Yo sabía que no era libre sino esclavo del pecado. Fue en aquel entonces cuando no pude soportar más mi pecados y me rendí delante del Señor en mi habitación, y de rodillas y llorando, le dije: "Oh Señor, solo Tú conoces mis pecados. No sé con qué cara me acerco a Tí después de tantos años. Estoy cansando de vivir si Tí. Sin Ti estoy muerto. Creo que moriste por mis pecados en la Cruz y resucitaste. Perdónarme, estoy arrepentido. Sálvame por amor de tu nombre. Amén".  Interiormente, pude escuchar la voz de Jesús que decía a mi alma abatida: "Tranquilo, los sanos no tienen necesidad de médico; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores".

Salvación
Querido lector, esta fue mi experiencia. He de decirte que han pasado ya diez años. Yo le he sido infiel al Señor muchas veces, pero Él ha permanecido fiel porque me amó con amor eterno. Quisiera exhortarte con amor a que medites en lo leído. ¿Eres feliz sin Cristo?. Si así es, te digo que esa felicidad es pasajera y que después de la muerte te arrepentirás de no haber buscado a Cristo en vida. El Evangelio es muy sencillo. Este es el mensaje de salvación: "Arrepiéntete de tus pecados, cree en el Señor Jesucristo y serás salvo", porque "palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores" (1 Timoteo 1:15). Es mi deseo que, así como Cristo me salvó a mi, también te salve a ti. Quiera Dios que así sea. 

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